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Había oído decir que mi bisabuelo, Julio Ferrand Couchoud, fue un ingeniero francés que llegó a Sevilla para construir líneas de ferrocarriles.
Me habían contado que en Sevilla (España) había vivido, entre otras, en la zona que hasta 1992 fue la estación de Cádiz (de San Bernardo); tenía un enorme jardín, me contaba mi abuela, en el que había un pabellón al que ella denominaba “el pabellón de los artistas”.
Me contaron también que Julio Ferrand fue amigo, y en muchos casos protector, de escritores, pintores y escultores. Antonio Susillo y Lorenzo Coullaut Valera se contaban entre ellos.

Sabía, eso no tuvieron que contármelo porque lo viví, que mi tío Fernando Sánchez de Nieva Ferrand guardaba celosamente objetos y documentación de su abuelo que yo, a hurtadillas y aprovechando sus ausencias, pues trabajaba entonces como secretario judicial fuera de Sevilla, con curiosidad observaba; eso sí, sin tocar nada porque, era tal el sentido del orden de mi tío Fernando que notaba cuando un cajón era abierto por otra persona. Mi tía Alejandrina, a veces, me acompañaba en mis correrías pero velando siempre para que los cajones quedaran exactamente como nos lo encontrábamos. 

Había documentación que se escapaba de mi curiosidad por estar guardada en armarios cerrados a cal y canto.

Vivía mi abuela con su marido Fernando Sánchez de Nieva y Ruiz de Cortázar en una casa del barrio sevillano del Heliópolis, calle Perú nº1, conocido entonces como “Los Hotelitos” porque se construyó como hoteles para los visitantes de la Exposición Universal de Sevilla de 1929. A mi tía-abuela Alejandrina, para todos “tía Alejandrina”, siempre la recuerdo viviendo en esa casa.
Tuvieron cinco hijos, varones todos, Fernando, Julio, Rafael, Carlos (mi padre) y Luis y era costumbre que cuando los hijos se casaban, pasaran los primeros años viviendo en la casa de los padres. Supongo que la necesidad se hacía costumbre.

Mi padre, químico, tras una experiencia frustrante en el mundo de los “matraces”, impartía clases de matemáticas en el colegio Claret, del barrio, en el que yo inicié mis estudios hasta terminar el bachillerato y pasaba grandes temporadas en esa casa. De mis recuerdos de entonces podría escribir muchas páginas, pero me alejaría, más de lo que ya he hecho, del objeto que pretendo relatar.Cuando mis padres murieron, mi hermana Adelaida, mi hermano Julio y yo nos repartimos los objetos que mi padre heredó de los suyos. Cómo no, fotografías y parte de la documentación que mi tío Fernando había guardado celosamente y que hoy descansan en las estanterías de mi casa.
Las fotografías que poseo, algunas con reseñas y otras no, y la documentación que cariñosamente guardo, son las causantes de que haya empezado esta investigación de los orígenes familiares.
Mis limitaciones son muchas y mis entendederas pocas, por lo que necesitaré ayuda de familiares, amigos y afectos o de cualquier persona que lea lo que con cariño escribo y quiera compartir conmigo cualquier recuerdo, documentado o no, por nimio que le parezca. Nunca se sabe cuál será el hilo del ovillo.

Carlos Sánchez de Nieva Navas (y Ferrand de tercero)