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Capítulo 24

Los hijos de Adela Ferrand López y Fernando Sánchez de Nieva Ruiz de Cortázar

Adela (22 de enero  de 1885) y Fernando (12 de octubre de 1887) fueron mis abuelos paternos. Los casó, el 30 de marzo de 1914, don José Sebastián y Bandarán y  tuvieron cinco hijos: Fernando, Julio, Rafael, Carlos (mi padre) y Luis. Tuve la suerte de conocerlos a todos, ya que viví con mis abuelos y la tía Alejandrina durante muchos años y sus visitas eran frecuentes.
Pretendo en lo que sigue dar unas breves pinceladas de sus vidas para que sus descendencias tengan conocimiento de sus ancestro y evitar así que caigan en el olvido.
Mucho queda en el tintero y mucho queda por descubrir; en tal caso intentaré poner al día estos recuerdos. 
Para que no os perdáis, conviene situar a la familia de mis abuelos y a sus hijos en el entramado familiar como descendiente de Julio Ferrand Couchoud, origen de mi familia. Supongo que un Árbol Genealógico ayudará a ello. 
Situada la familia, comencemos.
 
Mucho he pensado en sus parecidos y en sus diferencias; no sé si podré describirlas.
Sus estaturas eran muy parejas, algo más de los 175 cm, y atendiendo a otros aspectos físicos me atrevo a dividirlos en tres grupos, mejor dicho: en dos grupos y un verso libre.
El primer grupo lo componen Fernando y Julio. Rubios, de ojos azules como la madre y Alejandrina, creo heredados de su abuelo Julio Ferrand Couchoud. Ambos de faz tirando a redonda más que alargada y de complexión fuerte. No eran gordos, tampoco muy delgados.
Carlos, Alejandrina, Rafael, Adela, Julio y Fernando, falta Luis, quizás el fotógrafo, en el jardín de la casa de mis abuelos en la calle Perú Nº1 del barrio de Heliópolis de Sevilla, en una reunión familiar en la década de los sesenta.
Rafael y Carlos constituyen el segundo grupo. De ojos oscuros como los del padre, caras tirando a afiladas y tez morena. Su enorme parecido hacía que muchos los confundieran y que, incluso personas que sólo conocían a uno de ellos, se sorprendieran cuando veían aparecer al otro donde no correspondía.
El verso libre se lo dedico a Luis. Moreno, de ojos oscuros y tez más parecida a los primeros, al igual que la forma del rostro. Lo recuerdo más rellenito que el resto de sus hermanos, aunque semejante a Julio.
Julio, Rafael, Carlos y Fernando.
Al ser el menor, Luis no había nacido,  a mi padre, supongo que  por no tener edad para vestirlo ni con pantalones cortos ni de “marinerito”, lo vistieron casi de pañales
Si atendemos a sus personalidades los podría dividir también en dos grupos, aunque no se mantienen los componentes y se establecen infinidad de aspectos diferenciadores entre ellos. El primero, el de los emprendedores arriesgados, lo componen Julio y Rafael, aunque arriesgados en campos muy distintos como veremos.
El segundo grupo, Fernando, Carlos y Luis, lo definiría como el de los amantes de la estabilidad y de la vida sin más sorpresas de las que la vida misma les deparara. Vivían situaciones económicas controladas y exentas de grandes riesgos en un entorno económico muy estable.
Primera descripción efectuada; apliquemos la lupa al desarrollo de sus vidas.

Fernando Sánchez de Nieva Ferrand. Primogénito de Fernando y Adela 

Fernando y Julio.
No tengo ninguna foto en la que aparezca Fernando solo. En ésta lo acompaña su hermano Julio.
ARCHIVO FAMILIAR
El mayor de los hermanos nació el 20 de marzo de 1915, hizo la carrera de Derecho y las oposiciones a Secretario Judicial. Tuve interés en conocer qué fue de él antes de que se incorporara a la carrera judicial en 1948 y he pedido su hoja de servicio en el ejército por si algo nos cuenta de él, como lo harán de otros dos hermanos; en esa espera estoy. Toda su vida profesional estuvo ligada a la secretaría de diversos juzgados.
El 27 de abril de 1948 obtiene la plaza de Secretario del Juzgado Comarcal en Ugíjar (Gradada) en el que se mantiene hasta el 20 de enero de 1964 en que, por ascenso, es destinado al Juzgado Municipal de Palma de Mallorca. Allí pasa pocos meses, hasta el 9 de junio que se traslada al Juzgado Municipal de Osuna (Sevilla). El 18 de octubre de 1968 es destinado al Juzgado Municipal de Ronda (Málaga) y en mayo de 1971 al Juzgado Municipal de Écija (Sevilla). El 8 junio de 1974 es trasladado, como Secretario de Distrito, al Juzgado Nº 9 de Sevilla.
El 22 de diciembre de 1981 es ascendido a Secretario de la Administración de Justicia y el 15 0ctubre 1984 toma posesión en el Juzgado de Instrucción nº 7 de Málaga.
Mi hermano Julio, abogado, ha tenido muchos contactos con los compañeros de Fernando en el juzgado y me cuenta que era muy respetado y querido allí, que era una persona afable, simpática y graciosa. Parece que en los juzgados se comportaba mucho más jovialmente que en la vida privada.
Fernando falleció días antes de jubilarse por lo que no disfrutó ni un solo día de la pensión.
Soltero empedernido, tímido y falangista. En su dormitorio de Heliópolis colgaba un cuadro con una foto de José Antonio Primo de Rivera de gran tamaño y por supuesto dedicada. Ordenado y religioso, de muy pocas palabras. Cuenta su sobrina, mi prima Carmen Sánchez de Nieva Agüera, hija de Rafael, que cuando estuvo interna en un colegio en Ronda, y siendo Fernando secretario judicial de esa localidad malagueña, los domingos iba a visitarla (interrumpiéndole ver la serie “El Virginiano”, que a ella tanto le gustaba). En una habitación él la esperaba y cuando llegaba, tras los besos de rigor y las preguntas iníciales, se sentaban en un sofá. El silencio se rompía a la hora de despedirse; así era Fernando: introvertido contumaz.
Era el encargado de mantener a buen recaudo la documentación familiar y lo hacía en dos grandes armarios con puertas de madera y cristales de colores. Sendos candados de clave guardaban los documentos. Era ordenado compulsivo. Algo de él he contado en la introducción de esta web, y que por breve, reproduzco.
“Sabía, eso no tuvieron que contármelo porque lo viví, que mi tío Fernando Sánchez de Nieva Ferrand guardaba celosamente objetos y documentación de su abuelo que yo, a hurtadillas y aprovechando sus ausencias, pues trabajaba entonces como secretario judicial fuera de Sevilla, con curiosidad observaba; eso sí, sin tocar nada porque era tal el sentido del orden de mi tío Fernando que notaba cuando un cajón era abierto por otra persona. Mi tía Alejandrina, a veces, me acompañaba en mis correrías, pero velando siempre para que los cajones quedaran exactamente como nos lo encontrábamos. Había documentación que se escapaba de mi curiosidad por estar guardada en armarios cerrados a cal y canto.” 
 Muy querido y respetado por sus hermanos y cuñadas, aunque recuerdo cómo, a veces, mi madre le decía a mi padre: “Carlos, qué raro es tu hermano Fernando”. Si habéis leído lo anterior, os podréis hacer buena idea de su sentido del orden: cada cosa en su sitio.

Julio Sánchez de Nieva Ferrand. El segundo hijo de mis abuelos Fernando y Adela

Julio Sánchez de Nieva Ferrand.
Óleo que cuelga en las paredes de la casa de su hija Mª Luisa
La noche y el día. No he conocido hermanos más distintos que Fernando y Julio.
Jovial, dicharachero, extrovertido, espléndido. Con billete comprado entre la gloria y las profundidades; así era mi tío Julio, el segundo de los cinco.
Director de ATESA  (Autotransporte Turístico Español S.A.) en Sevilla, empresario de la noche y del día, dedicó su actividad a los coches y al turismo. Relacionado con “la Parrilla del Hotel Cristina” en Sevilla, terraza sobre el Río, amigo de artistas y futbolistas, directivo del Betis, (por él soy bético). Me llevaba al palco en el estadio, jugué en la playa de Rota (Cádiz) al futbol con varios jugadores de la época, Castaño, Kuszmann e Isidro, y entre ellos me sentía el “Rey del Mambo”. Fue una de sus épocas gloriosas.
En una web del Betis, https://www.manquepierda.com, se puede leer:
“Julio Sánchez de Nieva Ferrand: 1916; Sevilla-lunes 04 de Noviembre de 1974, 58 años -D. E. P.
Viuda doña María Luisa Díaz Távora. Vivían en calle Virgen de Luján nº 6.”
“Comienza la semana que los del Betis lo están dedicando a …, y al acontecimiento social que ha constituido el -martes 17 de enero de 1961 -bautizo del primogénito del jugador Janos KUSZMANN Erwin celebrado en el templo parroquial de Los Remedios.
Al neófito se le ha impuesto el nombre de Heliodoro- por CASTAÑO, el popular compañero del papá y gran amigo de la familia- y ha sido apadrinado por el prestigioso hombre de negocios,  «Autotransporte Turístico Español S. A.»,  y bético de corazón, don Julio Sánchez-Nieva Ferrand.
Ni que decir tiene que la ceremonia y la fiesta subsiguiente han sido de rumbo y los papás de la criatura están recibiendo múltiples parabienes. En especial la bella mamá la ex actriz del cinematógrafo austríaco Jutta Bronw.”
Janos Kuszmann y Jutta Bronw.
Julio Sanchez de Nieva Ferrand sobre el borde de la piscina en Dos Hermanas en la década de los sesenta
ARCHIVO FAMILIAR
Julio se hizo un chalé en Dos Hermanas, a pocos kilómetros de Sevilla, con piscina a la que invitaba a veces a la familia. Imaginaos la escena: Su mujer y  sus cuñadas, con sombrero y bañadores con “falditas” hablando de sus cosas, los hermanos de las suyas, yo con un balón “jodiendo con la pelota”, él en la cocina haciendo su famosa paella con más gambas que granitos de arroz, y de pronto, entran Kuszmann y su esposa Yuta, artista austríaca, con esculturales cuerpos y ella con mínimo bikini. Mis tías dejan de hablar y reparten sus miradas entre él y ella. Os podéis imaginar para dónde miran los hombres y, a mí, se me cae la pelota al agua; al día siguiente me confesé, no sé de qué, pero me confesé. Nos tomamos la exquisita paella entre miradas y sofocos.
Los días de Reyes, tras recibir los regalos que sus Majestades nos habían dejado, subíamos a casa del Tío Julio. Vivía en el tercero derecha de Virgen de Luján 10 (actual 6) y nosotros,  en el segundo. Los regalos que de él recibíamos eran siempre sorprendentes. Me cuentan que los adquiría en Gibraltar, igual que el “Roter”, medicina para el estómago de mi padre.
Unas Navidades mi prima María Luisa, la menor de sus tres hijos, y yo nos escondimos el día 31 de diciembre debajo de un gran Nacimiento, de esos de papel azul con estrellitas en la pared y marrón claro en las faldas. No solo nos escondimos, sino que lo hicimos con sendos vasos llenos de todos los licores que encontramos en el mueble bar. Yo tenía 10 años y mi prima, 13. Bebimos poco de esos vasos, pero lo suficiente para que después de que nos encontraran me tuvieran que hacer un lavado de estómago; a ella, no lo sé. Al día siguiente, uno de enero, tras haber dormido la mona adecuadamente, mis padres recibieron una llamada del tío Julio para que subiéramos, y así lo hicimos. Tras tocar el timbre se abrió la puerta, y allí estaba Julio con esa sonrisa picarona y cordial y con una copa de manzanilla, no de infusión, sino de la otra; “Toma, Carlitos, que si está bien fría la manzanilla es muy buena para la resaca”.
A veces, y no fueron pocas, organizaba fiestas en su casa con artistas por lo general del mundo flamenco y a la que asistían famosos de la época. Cuando la fiesta era organizada con tiempo, bajaba a casa y les decía a mis padres: “esta noche hay fiesta en casa y tenéis dos opciones: uniros a ella o dormir en la última habitación de la casa, que por allí no pasaremos bailando la Conga”.
En el bajo de esa casa vivía un policía que una noche lo denunció. Se presentaron en su casa no pocos policías armados y uno a uno sacaron a los invitados de la casa; a mi tío lo detuvieron. Lo que le pudo decir al policía vecino al pasar por la puerta de la casa es irreproducible, aunque se oyó hasta la esquina de Asunción; yo, desde luego lo oí desde mi cama en el dormitorio en el que toda la familia intentábamos dormir. Multa y de nuevo a los infiernos económicos de los que salía con brío.
Mural que adornaba una de las paredes del comedor de su casa y que no está completo. Falta una parte en la que aparecía su mujer, María Luisa Díaz Távora.
Veraneaban en Rota y un verano mientras su mujer María Luisa y sus hijos Fernando, Pepe y María Luisita permanecían allí con orden de no volver a Sevilla bajo ningún concepto, contrató a un pintor de paleta, no de brocha gorda. Tal pintor, hombre delgado, que andaba siempre en calcetines, pintaba modernos “bodegones” y paisajes en las coloridas paredes del salón-comedor de la casa. La pared del comedor de mayores dimensiones fue pintada con una evocación dieciochesca, pero con la particularidad de que los primeros planos correspondían a los miembros de su familia, su mujer y sus tres hijos. Sobre Fernando, el mayor, revoloteaba una mariposa, señal inequívoca de su enamoramiento.
Cambió todos los muebles del salón y lo amuebló con otros de estilo modernista que hoy serían vanguardia en cualquiera de nuestras casas. Recuerdo una “radio-gramola” con puertas para los discos de vinilo, a juego con el mueble bar del que ya os ha hablado. En ella oí mis primeros boleros y descubrí la “salsa y el cha-cha-chá”.
Nosotros estábamos en Punta Umbría cuando la familia de Julio volvió de Rota. No os puedo contar, por tanto, si hubo desmayos cuando entraron todos juntos en esa habitación. 
Siempre ayudó, a su estilo, a sus hermanos y viceversa. Algunas mañanas nos llevaba a mi padre y a mí al Claret, cada día en un coche diferente; ATESA los tenía para alquiler y él los usaba. Nosotros veraneábamos en Punta Umbría cuando la carretera llegaba sólo a Huelva y el trayecto hasta la playa había que hacerlo necesariamente en canoa. A la casa había que llevar de todo, colchones, menaje de cocina, y todo lo necesario para pasar allí los tres meses de verano. Mi tío Julio, en varios coches, nos organizaba el viaje poniendo de ATESA coches y conductores, que, descargados los enseres en el muelle de Huelva, nos ayudaban a subirlos a la canoa. Ya en Punta, en el muelle, estaban los burros esperando para llevar a los veraneantes a sus respectivos domicilios. Pero esto merece otro capítulo y otro sitio donde contarlo. Muchos años después trabajé en Huelva y viví en Punta Umbría, y siempre, al pasear por el muelle de ambas ciudades, evocaba esos viajes.
De Sevilla se trasladó Julio a vivir a Madrid porque lo nombraron director general de ATESA en España. Mª Luisa, su mujer, y Josefa, “la Tata”, lo acompañaron y su parte de su familia, hijos y nietos, pasaron temporadas en la capital del Reino. De su vida allí nada conozco, sólo que enfermó y su hermano Rafaen, que vivía en el Manantial, en el Puerto de Santa María, se lo llevó a vivir con él. Rafael y Consuelo, su mujer, no sólo cuidaron de él y de su gran danés “Dogo” durante su enfermedad, sino que le dejaron el dormitorio principal de su vivienda, y por supuesto, generoso apoyo económico.
Fue militar de Artillería. Se incorporó como artillero en mayo de 1937 y desde cabo, en julio de 1937, alcanzó el grado de capitán de artillería en la reserva y posteriormente comandante Honorario en la reserva. En su Hoja de Servicio consta que estuvo en el ejército 36 años, 10 meses y 21 días, hasta el 23 de marzo de 1974.
No lo recuerdo, ni me lo imagino ni con uniforme ni con espíritu militar. Se le concedió la entrada en la Orden de S. Hermenegildo y cuando correspondió por antigüedad pidió que se le concediera la Placa. En su hoja de servicio se puede leer:
“La Asamblea de S. Hermenegildo, en sesión del 28 de enero de 1971, acordó desestimar su petición y darle de baja en la Orden, por estimar que la conducta de este Jefe no es lo intachable que precisa el artículo 26 del vigente Reglamento.”
Seguro que tuvieron noticias del incidente con el policía vecino.
Falleció el  4 de noviembre de 1974, con 58 años,  día de S. Carlos Borromeo, y desde ese año no celebrábamos de igual forma el día de nuestro nombre (o el día de nuestro Santo, como queráis); el tío Julio siempre estaba presente.
Estarán conmigo: ¿Cómo dos hermanos pueden ser tan diferentes? Y nos quedan tres; ya veremos.
Se fue sin que tuviera ocasión de que me contara muchas historias, sabrosas desde luego.
Aunque algunas fotos ya las usé en el capítulo anterior, seguro que no os importa que las repita. Su mujer y dos de sus tres hijos están en ellas representados.
Algunas fotos de su familia

 

Su hija María Luisa, la hermana de su abuelo Fernando (Concepcionista) y su mujer María Luisa Díaz Távora.
Muchas veces hemos ido a visitar a nustras tías mojas en diversos conventos de Sevilla.
La mujer de Julio Sánchez de Nieva, su hijo Fernando y su tía Alejandrina, hermana de su madre.
ARCHIVO FAMILIAR
Su mujer, su hija, su tía Alejandrina y doña Obdulia, esposa de don Manuel Adarve

Rafael Sánchez de Nieva Ferrand. El tercero de los hijos de Fernando y Adela

Carlos (sentado) y Rafael. Hicieron juntos la “Primera Comunión.  Años veinte o treinta del s.XX 
Sus padres con Rafael, Carlos y Luis
ARCHIVO FAMILIAR
El tercero es Rafael, militar y hombre de negocios. Mis primeros recuerdos de él son de cuando estaba destinado en la provincia de Cádiz y los fines de semanas llegaba a Heliópolis en su “Vespa” y dejaba que en ella me montara.
“Carlitos”, en la calle Perú. en la Vespa del tío Rafael. Al fondo “la Granja”, donde me enviaban, a veces para comprar huevos, frutas y verduras.
Rafael, su madre, Carlos y Luis en el triciclo
ARCHIVO FAMILIAR
Recuerdo cuando ascendió, creo que a capitán. En Heliópolis, jugaba con él y con su nueva gorra con las estrellas nuevecitas. Sin embargo, mis mayores recuerdos son de cuando estaba en Rota, era Comandante Militar de Rota y mandaba la Batería de Costa a poniente de Rota. Vivía en la calle “Vera Cruz” en una casa de dos plantas. En la planta primera vivía otro militar, y él y Consuelo, en la segunda. Tenía una terraza sobre una playa cercana al actual Puerto Deportivo, que no era usada por el público, llena de algas y su olor a mar perfumaba la terraza; desde entonces me gusta ese olor. Pasaba yo horas mirando con sus prismáticos la ampliación de los muelles de la base americana.
Tenía un asistente que lo recogía en un “Jeep Willys”, descapotable. El famoso Willys  que sale en las películas de militares de la II Guerra Mundial. Muchas veces me dejaba acompañarlo y os podéis imaginar cómo disfrutaba yo de esos paseos. Si las condiciones políticas españolas a finales de los sesenta hubieran sido otras, estoy casi seguro de que yo hubiese intentado entrar en la Academia en lugar de estudiar Física.
Mis padres y mis hermanos hacían regulares visitas a Rota, donde también veraneaba su hermano Julio. El parecido físico de Rafael y Carlos era sorprendente y por las tardes, cuando paseábamos por la “Plaza de la Plancha”, por el muelle, por la calle “Charco” o en “La Ibense”, los soldados saludaban militarmente a mi padre confundiéndolo con Rafael. Mi padre y él, además de hermanos, eran grandes amigos. Y eso ha trascendido a sus descendientes.
Era también el comandante de las fuerzas españolas en la Base hispano-americana de Rota; a veces también allí lo acompañaba  y  descubrí  las hamburguesas y los helados americanos. Lo recuerdo estudiando inglés con un magnetofón de bobinas; ponía papelitos para separar las lecciones. Era un placer verlo estudiar.
Era un visionario de los negocios, lo que hoy, cursimente, se llama un “emprendedor”. Como los americanos, en sus permisos, solían alquilar coches para sus viajes turísticos por España, pensó que “Si mi hermano Julio dirige una empresa de alquiler de coches, ¿por qué no montar unas oficinas de alquiler dentro de la Base?” Consiguió los permisos pertinentes y dicho y hecho, la oficina se montó y supongo que sacaron buenos cuartos de ese negocio.
No sólo fueron los coches de alquiler la idea que sacó de la base, también las hamburguesas. Ya en la reserva, montó un restaurante “El Gaso”, en el Puerto de Santa María donde se degustaban las mejores hamburguesas en muchas leguas a la redonda; doy fe de ello. El restaurante estaba anejo a una gasolinera, también suya. Pensó que el negocio de las máquinas tragaperras tenía futuro. Yo entonces era delegado del gobierno andaluz en Huelva, y el control administrativo de las “máquinas tragaperras” formaba parte de mis competencias. Me llamó, nos vimos y me pidió opinión del sector del juego. Se lo desaconsejé porque para mí era un sector “supuestamente” (lo entrecomillo por si acaso) cuasi mafioso. Me hizo caso y abandonó el proyecto, o si lo tocó fue muy tangencialmente.
Rafael
Carlos
El parecido físico era tal que cuando falleció mi padre y estábamos en el Tanatorio, él y Consuelo fueron a vernos. Elena, mi mujer, y yo estábamos sentados en un sofá en el pasillo. Sentí un apretón de mano no propio de la fuerza física de Elena, motivado porque al verlos llegar creía que era mi padre. No me extraña que los soldados lo saludaran militarmente al verlo pasear por Rota.
 
Asistió a mi primera boda en el “Colegio Claret” y a mi prima Carmen, su hija, le dijo: “Hay que ver, Carlitos, socialista”. Era el respeto en persona y nos teníamos enorme cariño. A mi tercera boda (algo heredé de mi bisabuelo Julio Ferrand) no pudo asistir por motivos de salud, pero sí asistieron todos los hijos. En mi primer aniversario de boda, Elena y yo fuimos a verlo a Jerez, donde vivía, y ella se sorprendió al verlo, no sólo por el parecido con mi padre, que ya había fallecido, sino por el estilo: más de ochenta años, conduciendo su Ford (era también concesionario de esa marca), perfectamente vestido con chaleco sobre los hombros a juego con sus pantalones y camisa (de mangas largas, por supuesto) y por su sentido del humor y su sonrisa permanente.
Vivió en El Puerto, en la urbanización “Vista Hermosa” y allí íbamos con mis padres con asiduidad. Padecía de piedras en el riñón y harto de médicos se compró un refrigerador de botellas en el que tenía “su medicina”: medias botellas de fino, creo que “San Patricio”. “Una botellita al día no puede faltar”, decía.
Estaría hablando de él folios y folios, pero por motivos de extensión, tengo que dejarlo sólo en mis recuerdos.
Leí con verdadero interés los 59 folios de la Hoja de Servicio del Coronel Rafael Sánchez de Nieva Ferrand. Su hija Yolanda la había conseguido, eso sí, abonando 40€ por ello. A mí me costó menos ya que un teniente coronel amigo me la consiguió gratis, sí, gratis, si no tenemos en cuenta las cervezas que nos tomamos recordando nuestras vivencias, no en el ejercito, sino en la gestión de las emergencias.
Así se encabeza su Hoja de Servicio:
Nacido el 16 de junio de 1918, casado el 12 de agosto de 1954. Hijos: Rafael, 14 de marzo de 1955, María del Carmen 15 de julio de 1957, Luis 11 febrero de 1961, Adela 15 octubre 1964 y Yolanda 20 de noviembre de 1965.
En total, hasta el 16 de junio de 1986, se describen en ella los 49 años, 10 meses y 22 días desde que el 24 de junio de 1936 se incorpora como soldado de milicia voluntario a la Falange, y a las órdenes del comandante Álvarez de Rementería, recorre el Castillo de las Guardas, Aznalcóllar,  Riotinto y Nerva, volviendo a Sevilla reincorporándose al Ejército de Tierra el 28 de febrero de 1937 como  artillero voluntario recorriendo casi todo el escalafón militar: alférez provisional, alférez por promoción, capitán, comandante, teniente coronel y finalmente coronel. Al igual que el escalafón militar, recorrió gran parte de España: Huelva, Córdoba, Badajoz, Cáceres, Valencia, Barcelona y Sevilla.
Rafael con su padre. Parece que era teniente entonces
ARCHIVO FAMILIAR
En el folio 28 de su hoja de servicio se puede leer:
“El 5 de agosto que en virtud del T.P. del Eximo. General  Gobernador de la Plaza de Sevilla nº 385 de fecha 21 del igual mes marcha, debidamente pasaportado, para la plaza de Calatayud (Zaragoza) al objeto de incorporarse a la Gran División Española de Voluntarios en Rusia por haberlo solicitado voluntariamente, cruzando la frontera franco-española en dirección a Alemania el día 30 del referido mes quedando prestando sus servicio en dicha Gran Unidad al mando de la primera Sección de la 13ª Compañía de Granaderos Nº263 en el frente de Leningrado, donde permanece hasta el 5 de diciembre, que repatriado para España cruza la frontera franco-española el 10 del mismo mes de diciembre”. 
Se le concede un mes de permiso que los disfruta en Sevilla.

Lo de la Falange no lo sabía, pero su participación en la “División Azul, sí. En una ocasión intenté hablar con él de dicha aventura y socarrón, irónico y con su propio sentido del humor me contestó: “Déjalo, Carlitos, vamos a tomarnos un fino”.
Le tengo enorme cariño y aunque no lo visité en sus últimos tiempos (él no quería ver a nadie), sí estuve enterado de su final. Me enteré de su fallecimiento cuando estaba en la playa y acudí a Jerez vestido de forma poco acorde con el acontecimiento. Curiosamente a mi primo Fernando, primogénito de Julio, le ocurrió lo mismo cuando falleció mi padre.
Lo llevo, y lo llevaré siempre en lo mejor de mi memoria.

 

Don Carlos, le toca a usted

Carlos Sánchez de Nieva Ferrand en los años cuarenta.

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Licenciado en Ciencias Químicas. Cuando terminó la carrera, un amigo y él decidieron montar un laboratorio para obtener un perfume con las hojas de eucaliptos. Resultó que tales hojas contenían un alto grado de grasas que inutilizaron todos los aparatos. Optó por la enseñanza y sólo analizaba acidez de los aceites de oliva que su padre le encargaba. Su vida militar la abandonó pronto cuando era alférez provisional.
Creo que lo he contado en otro lugar de este relato, si es así pido disculpas, pero seguro que no os importa. Fue profesor del Claret durante toda su vida profesional y muchas generaciones han oído sus matemáticas explicaciones; yo también fui su alumno. Cuando terminé la carrera de Física opté a la enseñanza como salida profesional, la informática y las centrales nucleares me atraían menos. Fui también profesor de Matemáticas y Física en el Claret, coincidimos como miembros del mismo claustro de profesores. Padre, profesor y compañeros de trabajo: una visión tridimensional que podría formar parte de una trilogía de mi vida.
“Su vida la dedicó a lo académico, fue Secretario del Colegio de Doctores y Licenciados de Sevilla y desde 1980 y hasta 1987, fue Decano. En aquellos años los sindicatos no estaban permitidos y el Colegio de Doctores y Licenciados ocupó dicha labor. Allí se celebraron múltiples reuniones y se tomaron muchas decisiones. Ese papel lo jugó hasta que los sindicatos docentes decidieron, aún en la clandestinidad, retomar sus funciones.
No fue amigo de los negocios y sólo ayudó a su cuñado Antonio en la contabilidad de la empresa heredada de su padre, dedicada al comercio de aceites de motores. Y a Encarna, su mujer, en la gestión de una guardería infantil en el chalet que sus padres tenían en Nervión.
 
Hombre recto y cabal, honrado hasta lo indecible, amigo y leal con sus amigos e indulgente con los que no lo eran; la verdad es que no conocí a ninguno de estos últimos. Al ser profesor de los colegios S. Alberto Magno y Claret, sus alumnos se cuentan por miles y al ser sendos colegios de alto nivel social y educativo, muchos de sus alumnos han ostentado puestos importantes en la sociedad. Médicos, abogados, empresarios…han recibido sus clases y muchas veces al decir mis apellidos me han preguntado “¿es usted hijo de don Carlos Sánchez de Nieva?”, y siempre me sentí orgulloso al oír lo que el interlocutor me decía de don Carlos. Sólo un amigo me contó que no se sintió a gusto con él en clase.
 
Dibujo de su marido, realizado por mi madre, vistiendo el uniforme de Alférez Provisional, unico uniforme militar que vistió
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Una tarde de Navidad sonó el timbre de nuestra casa y un muchacho portaba un jamón como regalo del padre de un alumno ¿Os imagináis cómo lo recibimos? ¡Un jamón entero para nosotros!
Cuando llegó mi padre y le contamos nuestra sorpresa, los sorprendidos fuimos nosotros: nos encargó a mi hermana y a mí que con una tarjeta suya en la que ponía “muy agradecido” devolviésemos el jamón en el domicilio del remitente. Mi madre le preguntó si era un mal alumno y el jamón era para que lo aprobara. “No- respondió- es uno de mis mejores alumnos, pero no quiero que crea que el sobresaliente que le voy a dar sea por el jamón y no por los méritos de su hijo”. ¡Menudo trayecto hicimos hasta devolverlo! Durante el camino y en varias ocasiones acariciamos la patita de arriba abajo. A los pocos días se presentó en casa con otro jamón. “Con éste no hay malos entendidos”, dijo. Lo siguiente fue: “Encarna, los cuchillos están muy bien afilados, ten cuidado”.
Se casó con Encarnación Navas Garrido (sólo le decía Encarnación, cariñosamente, cuando quería gastarle una broma a sabiendas que a mi madre ese nombre, y no Encarna, la ponía de los nervios, o cuando realmente se enfadaba). Los casó Bandarán en 1949, siendo ella varios años más joven que él. Guapa y presumida como la que más, nunca supimos su verdadera edad. Su DNI estuvo escondido durante años y por más que lo buscamos nunca lo encontramos hasta su fallecimiento y entonces descubrimos que se las había arreglado para poner una fecha de nacimiento que más parecía nuestra hermana mayor que nuestra madre.
Un varón y cuatro mujeres fueron la descendencia de Antonio Navas Jiménez y Adelaida Garrido, mis abuelos maternos. Se conocieron en Huelva, ella de Moguer y él, aunque granadino, era director del Banesto en Isla Cristina. Pocos recuerdos tengo de él ya que falleció cuando yo tenía 10 años, y de su historia sé poco: era alguien importante de la Diputación de Sevilla, tenía coche oficial y pilotaba una avioneta. De mi abuela materna sé algo más, pero no es el sitio para extenderme.
 
De “Cotillón” años cincuenta.
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Encarnación Navas Garrido, mi madre, el día de su boda.
Esta fotografía descansa en el salón de mi casa en Sevilla
ARCHIVO FAMILIAR
Sigamos con don Carlos.
 De derecha civilizada y votante del centro-derecha; Alfonso Suárez era su favorito y de Fraga ni hablaba. Siempre respetuoso de las decisiones de sus hijos, aunque con matices. Recuerdo que en el verano de 1975 mi hijo Álvaro empezaba a andar y su madre, Rosario Ballester Angulo y yo veraneábamos en Salobreña (Granada). Mis padres se presentaron prácticamente sin avisar. Al no ser esa su costumbre y tampoco la cara que traían, pensé que algo grave ocurría. Y así era, veréis.
Antes de licenciarse en Pedagogía, mi hermana Adelaida estudiaba Magisterio y vivía con mis padres. Una tarde repartía propaganda política por el barrio de La Candelaria en Sevilla; no tiraban las octavillas como era la costumbre, sino que las repartían en mano solicitando además algo de dinero para “la causa”. La fortuna hizo que se la intentaron dar a una familia cuyo padre resultó ser guardia civil y el hijo, aspirante al ingreso en el mismo cuerpo. Sus compañeros se escaparon corriendo, pero a ella la detuvieron trasladándola a la antigua casa cuartel de “La Calzadilla”
 Avisaron al jefe de la casa-cuartel que allí vivía y la interrogó. Ella se mantuvo en lo que sin duda tenía aprendido: que unas personas desconocidas le ofrecieron dinero por repartir esas hojas, que desconocía su contenido y que nada tenía que ver con lo que en ellas se decía. Uno de los guardias quería entregarla a la brigada político social, tan temida en la época, pero el jefe del cuartel se negó ordenando que esa noche la pasara en el calabozo y al día siguiente la trasladaría al juez.
 Avisaron a mis padres, que se presentaron a las dos de la madrugada en el cuartel y después de verla y sin poder hacer nada más volvieron a casa. A ella la llevaron al calabozo en el que sólo había un banco de piedra. Al poco tiempo, el jefe del cuartel hizo bajar de su casa una cama plegable y su mujer no sólo le hizo la cama con sábanas y mantas, sino que le bajó una tortilla recién hecha. Parece ficción, pero según me cuenta todo sucedió así.
 Isabel, una amiga de mi hermana que tuvo noticias de su detención, se presentó en casa de mis padres para hacer desaparecer todos los papeles que ella tenía guardados. Tras las primeras dudas de mi padre, entre ella y mi madre lo convencieron y en el cuarto de baño de la casa quemaron toda la documentación que encontraron. Mientras ella esperaba en el juzgado para hacer la declaración pertinente ante el juez, la brigada político- social, por orden del juez, se presentó en la casa para efectuar el registro correspondiente y sólo encontraron todas las estampas de las vírgenes que mi madre guardaba de comuniones diversas y con las que había regado la casa.
 En tal escenario el juez declaró la libertad condicional con fianza de 15.000, pesetas. Acudieron al bufete de abogados en la calle Capitán Vigueras donde Rafael Escuredo, que con los años fue Presidente de la Junta de Andalucía, Felipe González y otros ejercían sus funciones; básicamente la defensa de detenidos por cuestiones políticas. Les comunicaron que no veían mucha gravedad en el caso, pero tendrían que esperar la celebración del juicio y a la correspondiente petición fiscal. En esa espera estábamos cuando tras la muerte del dictador se decretó en 1977 una amnistía y el caso fue sobreseído y la fianza devuelta. Desde entonces la percepción de la Guardia Civil cambió, no solamente para ella. Nunca pregunté a mi padre qué pensó mientras quemaba los documentos, cosa que inicialmente había dudado hacer.
Soy consciente de que parece ficción, pero sólo he descrito lo que ella contó.
Felipe González fue su alumno en el Colegio Claret y cuando fue elegido presidente del gobierno la revista “Interviú” solicitó al Colegio Claret una entrevista para conocer cómo era el recién elegido presidente del gobierno. Mi padre fue el encargado de enseñar los lugares por donde Felipe realizó sus estudios, incluso les facilitó los datos que legalmente podían hacerse públicos.
 Cuando se publicó la revista,la cual poseo, la indignación de mi padre fue mayúscula: se habían inventado la entrevista y habían puesto en sus palabras cosas como “…se le veía en sus ojos el odio…”. Pidió la rectificación, cosa que nunca se produjo y escribió al presidente, explicándole lo sucedido. También lo hizo a Carmen Romero, su mujer entonces, que había sido compañera suya en el Colegio de Doctores y Licenciados de Sevilla. Sendas cartas fueron contestadas, pero lamentablemente, no están entre la documentación que poseo.
Tanto la fotografía superor como los recortes de prensa corresponden a la revista “Interviu”. Año 7  nº338, 1982 3-9 noviembre
Como ya dije, trabajé en Huelva en el periodo 1988-1994, y vivía en Punta Umbría. Mis padres y algunas de las hermanas de mi madre, también. En la playa poníamos las sombrillas juntas y sobre la una y media solía decir: ”Voy a tomar un vasito de leche, ¿alguien se apunta?”. Una vez, alguien ajeno a la familia se sorprendió por no entender el eufemismo y lo acompañó al saber que ese vaso de leche era una cerveza con un par de sardinas. Yo también lo acompañé en múltiples ocasiones.

Luis Sánchez de Nieva Ferrand

Rosario Ruiz de Cortázar Tobar, sobrina de mi abuelo Fernando, y Luis-Sánchez de Nieva Ferrand, el menor de los hermanos.
Luis en la playa con mis padres
De los cinco hijos nacidos del matrimonio entre Adela y Fernando, Luis era el menor de ellos. Nació en 1926 y el que le precedía, Carlos, lo hizo en 1919, se llevaban, por tanto, 7 años. Julio y Rafael nacieron en 1916 y 1918 respectivamente. Era el “hermano chico” y, supongo, el más mimado. Tal vez eso influyó en la timidez de su carácter y en lo introvertido de su personalidad. Al menos ese recuerdo tengo del Tío Luis. 
Casó con Marisa Díaz Borrego, que era todo lo contrario: extrovertida, locuaz y, sin duda, la “memoria histórica” de la familia. Conocedora no sólo de la sociedad sevillana con nombre y dos apellidos, sino relaciones y parentescos. Fue ella la que en mi última visita, poco antes de fallecer, me dio la pista más acertada de la primera mujer de Julio Ferrand Couchoud no sólo con nombre y dos apellidos: Carolina Romero Caballero, sino con lugar de nacimiento: el Puerto de Santa María.
Mucho me reía con sus ocurrencias cuando visitaba a mi abuela Adela y a su hermana Alejandrina en la calle Perú. Ya hablé de las “nueras”- Consuelo, Marisa, María Luisa y mi madre- en la mesa de camilla saboreando chocolate calentito y bizcochos al calor del brasero que me dejaban “mover” con la badila.
 En las comidas familiares recuerdo a Luis sentado junto a Fernando con pocas y cortas intervenciones. Ninguno de los dos eran partidarios de largas intervenciones sino, más bien, cortos comentarios. Los habladores eran Rafael y mi padre.
 La verdad es que tengo pocos recuerdos suyos y ningún documento. Sé que era, igual que su mujer, Marisa, funcionario del Instituto Nacional de Previsión y que él también trabajaba en una empresa de autocares que se llamaba “Luansa”. Siempre los recuerdo viviendo en Triana donde mis padres, y a veces mi hermana, celebraban algunas comidas familiares.
 Tuvieron dos hijos, Fernando y Luis, con los que tenemos muy buenas, aunque poco frecuentes, relaciones.
Hijos y nietos y en algunos casos bisnietos de los anteriores nos reunimos con menos frecuencia de la deseda, pero nos reunimos. La  foto corresponde a una de esas veces.
12 de septiembre de 2015 en la terraza de mi casa en Sevilla.
En el año 1982, en el Puerto de Santa María (Cádiz) se reunieron gran parte de los “Ferrand”. De los hijos de Adela y Fernando sólo falta Julio, que ya había fallecido. 
Para terminar el capítulo muestro la foto en grupo y las que se hicieron en pareja.
Gracias por haberme leído.
Reunión de los Ferrand. Puerto de Santa María en 1982.

Os presento a los asistentes

Hiyabhel Ferrand y su esposa. Era médico militar de la Marina Argentina e hijo de Hiyabhel (Enrique) Ferrand López, hermano de mi abuela Adela y de la tía Alejandrina.
Rafael Sánchez de Nieva Ferrand y Consuelo Agüera
Mis padres, Carlos Sánchez de Nieva Ferrand y Encarna Navas Garrido
Luis Sánchez de Nieva Ferrand y Marisa Díaz-Borrego
Carlos Ferrand Gil (hijo de Carlos Ferrand López, hermano mayor de mi abuela) y Concepción Castillo Montoto.
Mis padres con Fernando, el mayor de los hermanos
Julio Ferrand Bonilla y Rosario Muro. 
Julio era hijo de Manuel Ferrand Rodríguez y  Ana Mª Rodríguez del Moral (tercera mujer de Julio Ferrand Couchoud)
Pronto tendrán sitio en esta historia
   No tengo la foto de Manuel Ferrand Bonilla de la reunión, a las que asistió, donde se tomaron las anteriores. Mientras aparece, os muestro ésta.
Manuel Ferrand Bonilla, hermano de Julio, con su segunda mujer Consuelo Garriga.Su primera mujer, Encarnación Augustín, falleció en junio de 1963 a los 32 años.
Manuel Ferrand es el único sevillano ganador del Premio Planeta (“Con la noche a cuestas”)
Foto del libro “MEMORIA Y FÁBULA DE MANUEL FERRAND BONILLA ” escrito por José Luis Rodríguez del Corral. Fundación José Manuel Lara

 

Termino aquí la breve semblanza de los hijos de mis abuelos paternos Adela Ferrand y Fernando Sánchez de Nieva.
Si tenéis paciencia y perseverancia podréis leer lo que conozco de los dos últimos hijos de Julio Ferrand Couchoud: Muscius Scaevola Ferrand López e  Hiyabhel Ferrand López. Gracias por leerme.
Salud y Paz.